Paramount, la productora de la película, sabe cómo engatusar a los críticos. Primero, nos invitan a una sala bajo el pretexto de poder visualizar los primeros 15 minutos del metraje de la esperadísima ‘Guerra Mundial Z’, la cual no se estrenará hasta bien entrado el verano. Una vez allí nos espera una guapísima azafata que nos obsequia con la novela homónima de Max Brooks (hijo de Mel Brooks) en la que se basa la película. Las luces se apagan y aparece en la pantalla Marc Forster, el director, avisándonos de la exclusividad del metraje que gentilmente nos ofrece, aunque «el sonido y el montaje no sean los definitivos», nos avisa. Después se suceden tres escenas de acción trepidante, sin diálogos y salteadas en el tiempo y en el espacio. Ahora Brad Pitt está en Nueva York cuidando de su familia ante el estallido zombi, después en Israel en un campo de refugiados y más tarde en un avión infestado de zombis. Acción, adrenalina, tiros y unos zombis que corren, saltan e incluso golpean sus cabezas contra los coches. Los muertos vivientes ya no son lo que eran y ahora, conducidos por la rabia, dan auténtico miedo. Da la sensación, como lo hiciera antes Danny Boyle con ‘28 días después’, de que no hay escapatoria ni defensa posible ante la plaga.
Al finalizar los rigurosos 15 minutos de adelanto, nos dan una hoja donde tenemos que escribir unas pocas líneas sobre lo que nos ha parecido la proyección, asegurándonos de que nuestro escrito llegará a Los Ángeles. Quién sabe, puede que Brad Pitt aparezca un día en mi puerta pidiendo mi consejo como lo hiciera Mel Gibson con Homer en aquel capítulo en el que se aliaban contra unos productores sin escrúpulos. La diferencia es que a mí sí que me ha gustado, y cuánto, lo que he visto. Lo que me parece terrible es dejarme a medias y tener que esperar a su estreno. Tacharé los días hasta que llegue el 2 de agosto, esperando, eso sí, que lo visto no sean las mejores cartas de Marc Forster.