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'Las brujas de Zugarramurdi': entrevista a Álex de la Iglesia

de la iglesia, en una rueda de prensa en san sebastián
De la Iglesia, en una rueda de prensa en San Sebastián

El Festival de San Sebastián ha acogido el estreno de la esperada ‘Las brujas de Zugarramurdi’, última película de Álex de la Iglesia, quien concedió una entrevista a ‘Cinemascomics.com’ en el marco del certamen.

Se habla de que el auténtico Álex de la Iglesia ha vuelto. ¿Cree que tienen razón o que son etiquetas que pone la prensa?

Me encanta que se diga eso porque el mensaje es positivo: «¡Dios mío! Vuelve aquel al que queríamos y que durante un tiempo hemos detestado». Evidentemente también tiene su partida negativa porque quiere decir que durante un momento me he ido. Pero no, sigo siendo el mismo. Lo que pasa es que esta película se asemeja más a las primeras, quizá por contenido, por el ocultismo, por ser más desmadrada que otras. Me encanta que lo digan, que (‘Las brujas de Zugarramurdi’) es Álex en estado puro, como también he leído, me vuelve loco. Me divierte mucho. En una segunda lectura me toca los cojones, perdón por la vehemencia. Siempre he estado aquí. Parece que solo os gusto si hago un cine francamente loco. Yo no soy yo todo el rato y soy muchas personas. Siempre pongo de ejemplo, porque me gusta mucho, a Sidney Lumet. Es un director sin carácter a la hora de dirigir. ¿De qué van las películas de Sidney Lumet? Van de actrices maravillosas que han llegado a la senectud, de romanos, de novelas de misterio o de lo que sea. Van de que es un profesional que toca cualquier tema. ¿Cuál es el único punto en común de todas ellas? Que son todas buenas, algunas son obras maestras, otras no pero siempre están bien. Es un gran director. Punto. Eso es lo que me gusta, a mí me gustaría ser así pero no puedo. Porque siempre vengo yo a los rodajes y empiezo a mandar que haya más sangre, que haya 20 brujas, etc. Hay cosas que me gusta más hacer que otras y me dejo llevar por mis gustos, mis manías u obsesiones. Aunque creo que no aceptaría a un director que acepte el concepto de estilo, que viene a ser las manías propias y se deja llevar por sus gustos.

En ‘Las brujas de Zugarramurdi’ sorprende la cantidad de efectos especiales que hay durante su tramo final. ¿Cree que los efectos digitales pueden ayudar al cine español a salir de la crisis o que al menos se vaya más al cine?

Bueno, no lo hago por eso pero está claro que ayuda. De todas formas, cualquier cosa que sume espectadores es buena para una película. Yo hubiera preferido no utilizar ninguna clase de efectos pero era imposible encontrar una mujer de 15 metros de alto y con dos tetas de una tonelada cada una. A pesar de hacer un buen ‘casting’ por toda España no encontramos a esa mujer (risas). Entonces decidimos hacerlo con infografía. Lo que sí es cierto es que en España no estamos acostumbrados a trabajar con este tipo de efectos. En el cine fantástico siempre se hace en pequeñito, con mucho cuidado, y creo que la escena a la que te refieres es la más ambiciosa que ha acometido una producción española a ese nivel de ciencia ficción, generando un monstruo enorme como el de ‘El señor de los Anillos’. Estoy muy contento con el resultado y fue con lo que más disfruté durante la producción.

¿El resultado final de la película se asemeja a lo que quería hacer en un principio?

Es la película que más se asemeja al borrador inicial. En secreto, sin que nadie lo supiera, hemos estado trabajando en ello. Era totalmente secreto, como un proyecto de la NASA o la CIA. «Vamos a hacer un monstruo de quince metros», decíamos. Era algo muy ambicioso, era como romper la trayectoria del cine español que venía siendo gente que estaba echada en la cama, sentada en una mesa o van al parque. Hasta allí. A partir de allí son problemas: «Espera que se me ha ocurrido algo sobre la Guerra Civil»… «¡No!». Entonces plantear algo diferente era muy atractivo. La cuestión era plantearse algo que no se hubiera hecho.

¿No se ha autocensurado?

Bueno sí, tendrían que estar desnudas. Tendría que haber mil y pico brujas desnudas. Ese tendría que haber sido el final pero no fue así.

Hay mucho en tu filme sobre tradición popular vasca ¿Se siente por ello identificado con alguna parte en concreto?

Con el gargantúa. En Bilbao hay una tradición para los niños por la que se construía un monstruo por el que entraban en la boca y salían por el culo mediante un tobogán, que es lo que se ve en la película. Es algo por lo que todos los niños de Bilbao han pasado. Yo no pasé más miedo en mi vida; media hora de cola hasta que subía por la escalera y veía los dientes. «¡Joder, tiene dientes!», decía. Y al introducirte dentro la puerta se cerraba y te daba en el culo, ¡pam! El que se ve en la película es en el que me montaba yo de pequeño, nos lo llevamos y lo arreglamos.

¿Cómo fue el proceso de documentación de la película?

En la universidad estudié filosofía, hermenéutica y antropología. No me leí bien los libros, no los acabé y me los he leído luego. Entre ellos estaba sobre todo un libro sobre antropología vasca que me gustaba mucho. ‘Las brujas y su mundo’, de Caro Baroja, esa es la clave. Se celebraban aquelarres en Euskadi a finales de los 50. ¿Qué tal ese dato? ¿Interesante, no? En el siglo XIX aquelarres a saco. Desde el XVI ya había todos los fines de semana: la gente hacía orgías, sacrificaba gente, bebía sapos y veía al demonio. Detuvieron a 4.000 practicantes pero solo mataron a cuatro, toda la leyenda negra de la Inquisición es mentira. Los únicos que leían libros eran los jesuitas. En España se mató a mucha gente, más o menos un 2% respecto a Alemania, por ejemplo. Los jesuitas solo querían que no les vinieran con el rollo de que habían estado con el demonio: «Que sí, que sí, que mi cuñada ha estado con el demonio» , «a ver, que tú lo que tienes es envidia de tu cuñada», «sí, sí, pero que ha estado con el demonio».

¿Por qué decidieron convertir en monstruo a la Venus de Willendorf?

Siempre que cuento esto parezco pedante y tonto, pero bueno. Mi profesor de hermenéutica, Andrés Ortiz, me ayudó mucho a entender la relación del matriarcalismo vasco primigenio respecto al patriarcalismo europeo o cristiano. Es una de las razones por las que Caro Baroja dice que somos como somos y la verdad es que tiene mucha razón. Hay un sustrato de una religión naturista que no viene de un mundo híbrido europeo sino de un mundo previo en el que la mujer es la reina de la naturaleza. Es la diosa madre respecto al gran Dios padre Moisés, Cristo, Mahoma… La ruptura entre una cosa y otra genera un malestar como en el que estamos ahora. A partir del cambio por un Dios padre todo se muere.

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