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Series de televisión

The Leftovers : Cuando la HBO fue violada por Damon Lindelof.

the leftovers

Lenta de narices, un peñazo de cagate lorito, aburrida y extraña. Con estos adjetivos tan inspiradores califico ‘The Leftovers’, la nueva serie de Damon Lindelof (uno de los creadores de ‘Perdidos’) y basada en la idea que tuvo un día Tom Perrota de un millón de dólares, convertida en una serie que desde el día que ha empezado ha estado sumida en un coma profundo, con los espectadores divididos a favor y en contra.

‘The Leftovers’ no sólo ha conseguido que los antiguos fans de ‘Perdidos’ se echen las manos a la cabeza al ver este despiporre de tamaño colosal, si no que se creían los muy ilusos que acabarían buceando en una historia intimista y coral, de ritmo pausado y atmósfera desesperanzada, y que han acabado tragándose el estigma de la decepción de las últimas temporadas de ‘Lost’.

Si me leéis por estos lares ya sabréis que mis críticas no se caracterizan precisamente por defender a ninguna cadena en especial. Acostumbro a glorificar las ficciones que me entretienen, independientemente del canal que las emita o de las productoras que haya detrás. Parece que para muchos de vosotros HBO es la gran intocable de la que sólo salen series que tienen que ser veneradas como falsos dioses y a las que no se les puede sacar ningún pero. Es cierto que gracias a ‘Roma’, ‘Carnivale’, ‘The Entourage’, ‘Silicon Valley’, ‘True Detective’ y demás, la cadena ha ido tomando buena forma a lo largo de estos años, pero este estreno.

‘The Leftovers’, es horrible. Sin embargo, ha demostrado que las opiniones negativas pueden desvanecerse tan rápido como llegaron, y ser sustituidas por la admiración de los espectadores que, lejos de abandonar cuando la propuesta es rarita, decadente o que no encaja con lo que pensaban que iban a ver, resisten y continúan adelante, dejando que la serie de volantazos continuamente hasta la humillación más terrible, viendo cómo los personajes se van emborronando poco a poco y disfrutando de las tramas estáticas que muestra continuamente, en vez de dejar de verla por no seguir la opinión de una mayoría que no tiene ni pajolera idea del género audiovisual.

Si crees que va a pasar algo interesante, eso no va a suceder nunca. El resultado final es una serie sin pies ni cabeza, digna heredera de los momentos más infumables de ‘Lost’ o de lo que sucede cuando no tienes ni puñetera idea de lo que vas a hacer. Esto se debe a que nunca me he sentido atraído por su atmósfera fatalista y brumosa, por los personajes que vagaban por el mundo sin dirección y que parece que están por allí pululando por el set de rodaje en piloto automático, esperando en vano que venga un guionista valiente y se haga un reinicio de este bodrio desde ya mismo.

fotograma de the leftovers

Parece ser que la sombra de ‘Lost’ es alargada y dolorosa.

En ‘The Leftovers’ Todo comienza con la misteriosa desaparición instantánea y simultánea del 2% de la población mundial, así en plan rápido y sin dolor, una especie de depilación a lo Houdini. O, mejor dicho, esto es el pre-punto de partida, pues la narración comienza realmente (si se le puede llamar narración de algún tipo) tres años después, en un aburrido y simple pueblo estadounidense donde la gente sigue intentando aceptar este hecho. Estos «leftovers» (literalmente, «restos») se encuentran artificialmente amargados por la situación, abandonados por un supuesto Dios que ha decidido por fin llevarse a un mundo mejor a la gente que le ha salido directamente del pirulo tropical de Miko, o secuestrados por una fuerza desconocida en forma de humo de porro de la que deben ser liberados o vete tú a saber qué cojones. Pero en realidad este “rapto” es solo otro sucio macguffin de manual de principiante puesto al servicio de un creador que quiere vivir del rollo de ‘Lost’ todo lo que pueda y que a estas alturas apesta bastante. Este inicio es demasiado bestial como para que a su alrededor no se genere un panorama de locura y desesperación que, si en mundo real sería la hostia de caótico, por esta serie debería ser aún más exagerado. Una historia así necesita que alguien ponga orden pero ya, aunque creo que esto no lo solucionan ni reuniendo a las Bolas de Dragón.

En resumen, este sería el arranque de ‘The Leftovers’, el cual se centra en el personaje más sosainas de la zona, Kevin Garvey (Justin Theroux), un jefe de policía rollo sheriff chiflado de un pequeño pueblacho dejado de la mano de Dios, llamado Mapleton y localizado en el estado de Nueva York. A Kevin la Ascensión esta de las narices no le ha afectado directamente, pues tanto su mujer como sus hijos no fueron parte del 2% de población que fue borrada del mapa ese 14 de octubre. Sin embargo, al igual que a todo el mundo, la ausencia de explicación del suceso ha influido en la forma de pensar de todos, de vivir, de hacer las cosas y por lo visto, también les ha afectado a su forma de interpretar personajes creíbles. Por supuesto siempre toca ver más de la vida de un aburrido ser infecto como este, como que su hijo bastardo, Tom (Chris Zylka), se ha convertido en la putita de un nuevo líder religioso, de nombre Wade, que Laurie, su mujer (Amy Brenneman), ha abandonado el hogar para unirse a una secta llena de fumadores y que en vez de hablar te escriben sus chorradas en libretas (si, otra secta diferente de la del hijo) y que su hija menor, Jill (Margaret Qualley), la única que sigue junto a Kevin, su padre, se dedica a ir por su cuenta y a hacer lo que le sale de sus santos ovarios. Este tipo de historias suelen ser un gancho cojonudo para atraer la atención del público, siempre y cuando puedas mantener la cordura en el proceso de escritura y aunque la premisa no es para nada original, es el tratamiento filosófico, realista, intimista y dramático lo que debería hacer que la serie pareciese interesante, o por lo menos distinta a otras muchas series de temática parecida (por poner un ejemplo: Los 4400). Lo desesperante de ‘The Leftovers’ es la ausencia de ritmo alguno, de misterio, acción e intriga. Esta serie no se centra en descubrir qué coño ha pasado, sino en cómo se las arreglan los que se quedaron atrás y cómo les ha afectado a cada uno de ellos. Punto. Es de esas series que te importa un bledo todo lo que órbita a su alrededor y que en términos generales, no tenía ganas de ver ni un episodio más después del primero.

«Os aseguro que nunca sabréis dónde ha ido la gente y por qué, y no vamos a tener remordimientos por ello, pero seguiréis viendo la serie porque no creeréis del todo lo que digo«, dice Lindelof como si fuese una mente preclara del mundo audiovisual o un gurú del lenguaje escrito. Eso quiere decir que se va a reír de los espectadores todo lo que quiera, y que si los personajes no saben qué pasa, será imposible que nos enteremos jamás de una puta mierda. Y a eso voy, a que el principal problema de la serie son los personajes. Unos personajes que en vez de personas parecen robots a pilas, con los que es imposible empatizar en ningún momento y que en muchas secuencias parecen carecer de cualquier sentimiento humano. Esto deja como lección final que si el material en el que te vas a basar es de primeras (y por decirlo de forma fina), un cagarro, no hay arreglo posible y más si los elementos que lo componen son completamente inverosímiles. Tanto, que derivan en situaciones cómicas, sin ningún tipo de sentido que acaban defecándose en la cara del espectador.

fotograma de the leftovers

En ‘The Leftovers’ tampoco faltan los típicos tópicos de cualquier ficción yanky que se precie: policías garrulos, una comunidad pequeña y unida cuando les da la real gana, un par de pseudo sectas rarunas, un grupo de adolescentes anodinos, la típica escena de patriotismo que se queda en agua de borrajas, un gran misterio sin interés alguno que pretende que nos hagamos preguntas y que acaba importando una mierda, y un largo etc de cagadas, una detrás de otra. Eso sin contar con un episodio piloto increíblemente angustioso que no acaba de servir de presentación de nada. De todas formas, desde aquí quiero felicitar a Tom Perrotta y a Damon Lindelof por conseguir metérsela doblada por el culo sin escupitajo de cortesía ni nada a la HBO. Deberíamos admirarles por ser unos héroes colando ñordacos de tamaño colosal a los canales de televisión estadounidense.

Como decía antes si la historia de ‘The Leftovers’ es mala, su casting ha quedado a la altura. A medida que avanza la serie me cuesta grandes esfuerzos creerme a Theroux, al que no tardamos en ver con los pectorales al aire, como padre de dos hijos adolescentes rebeldes, pero si encima éstos están interpretados por actores mucho mayores que sus personajes la cosa entra ya en un terreno decididamente de sit com de los noventa. Por ejemplo la amiga más caliente que el pitorro de una tetera y gorrona de Jill, la hija de Theroux, quien obviamente flirtea con el jefe de policía, tiene los mismos 17 años que Rutger Hauer en ‘Blade Runner’ o James Earl Jones en ‘Conan el Bárbaro’ de John Milius. Pero si estos actores dan vergüenza ajena, para adentrarse más aun en este maloliente pantano audiovisual tenemos que hablar de la hija del mítico miembro de Aerosmith Steve Tyler, Liv Tyler. Mi pregunta es ¿Dónde ha estado Liv Tyler en la última década aparte de verla en la película Super de James Gunn y en una supuesta nueva versión de Hulk? A juzgar por su papel aquí, NO en una escuela de interpretación. ¿Por qué habla bajito casi todo el rato?, ¿por qué debemos creérnosla en el papel de mujer…ehm de chica..? Estoooooo, bueno ni idea de cómo definirla en términos comprensibles, es tan mala actuando que no me he enterado muy bien de su rol en todo esto. De vez en cuando esperas que coja, se vista de elfa y le meta un morreo a Aragorn o que ahogue a la people con un conjuro de agua de esos tan chulos de la Trilogía de Peter Jackson, solo para recordar aquella época dorada en la que todos la respetábamos como actriz.

Como dato positivo de ‘The Leftovers’ dejo la más que creíble interpretación de Christopher Eccleston (más conocido como el noveno Doctor Who y multitud de papeles más como el elfo nigger en Thor el mundo oscuro) como el cura modorro del pueblo que te da todos los mensajes moralistas de la serie y que recibe las palizas más salvajes en la historia, o Michael Gaston haciendo del siniestro y terriblemente misterioso asesino de perros locos.

En fin que esta serie no pasa ni por creíble, sencillamente porque roza la ridiculez más absoluta. Me hubiese dado lo mismo si en lugar del 2% de la población mundial se hubiera esfumado el 100% y hubiese arrancado la serie desde ese momento.

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