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Reseña ASTIBERRI El abismo del olvido. La Memoria Histórica que no debemos perder

el abismo del olvido

Todos permanecemos vivos mientras aquellos que dejamos atrás no nos olvidan. Hay muchas formas de recordar, mediante anécdotas, a través de objetos o gracias a los libros que nos narran historias reales. Astiberri sigue con la apuesta segura por Paco Roca, ahora acompañado al guion por Rodrigo Terrasa en El abismo del olvido.

Aquellas primeras veces

La única ocasión que he tenido, hasta ahora, de compartir un momento con Paco Roca fue durante una sesión de firmas, cuando publicó esa gran obra que es El tesoro del cisne negro. Entonces aproveché la oportunidad de lanzarle una pregunta acerca de sus fuentes para afrontar aquella historia. Me contestó amablemente y con detalle que todo le había llegado desde el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Ahora la principal documentación que han utilizado para El abismo del olvido es el testimonio directo de aquellos que de algún modo fueron testigos directos o indirectos, que recuerdan algunos retazos de sus infancias y también lo que les ha llegado a través de los adultos que les rodeaban entonces, otros familiares que sufrieron el mismo duelo, que compartieron sus experiencias, que manejaron de la mejor manera que supieron una situación que sobrepasaba a todas aquellas víctimas.

No vamos a significarnos en ningún bando, mucho menos bajo ninguna bandera política. Estamos ante una crónica que no entiende de diferencias y aunque se centre en hechos concretos también establece que todos cometieron atrocidades, unos mientras pudieron, otros hasta que les dejaron.

El final de la Guerra Civil Española no trajo una reconciliación de ideas contrapuestas, no dio por finalizadas las muertes y los indultos cuando llegaban lo hacían varios meses después de ejecutarse las penas de muerte. Condujo a una serie de imposiciones sobre cómo debía ser una sociedad que se alejaba de las ideas democráticas para abrazar la fe y perpetrar políticas que recordaban al aleccionamiento que recibía la población alemana en los años anteriores a desatarse la siguiente Guerra, la que apenas esperó al final de nuestra Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial. Los vecinos se señalaban unos a otros, muchas veces por intereses espurios.

El miedo que atenaza

el abismo del olvido
El abismo del olvido

A lo largo de las cerca de trescientas páginas que abarca El abismo del olvido, podemos experimentar diferentes encarnaciones del terror, manifestado en sentimientos propios y también ajenos. Estar frente a la muerte causa diferentes reacciones, incluida la paz, tras una tensa espera de muchos meses de un desenlace que no parece llegar nunca, encerrados en celdas, hacinados muchos donde solo deberían estar uno o dos.

La falta de compresión ante situaciones más o menos injustas, el temor por los que quedan atrás, por cómo podrán subsistir en los difíciles años que están por llegar, señalados por ser familiares de represaliados, de aquellos a los que señalan por estar en el lado de los que perdieron la batalla que les cambió las vidas que hasta entonces llevaban. Pero también vemos ese miedo en los que temen perder a sus padres, a sus hermanos, a sus hijos. La guerra arrebata mucho pero su final no les devuelve nada, les sigue quitando lo que más quieren.

La narración de Paco y Rodrigo en El abismo del olvido consigue tocar nuestras almas durante diferentes episodios de una crónica tan negra que la noche no logra esconder las atrocidades cometidas, el trato vejatorio recibido, la deshonra de no poder dar descanso conveniente a los cuerpos sin vida, arrojados a las fosas como trozos de carne pútrida sin más objetivo que tapar la vergüenza, lanzar a la memoria a un pozo que cubrirá una moral irracional, con sed de venganza cuando no queda nada que reprochar.

Las lágrimas asoman en los ojos, el corazón logra encogerse, sin necesidad de alardes, solo siendo testigos del dolor, aquel que nace desde el amor, por una vida arrebatada, por una compensación que nunca llega, por conformarse con alcanzar el pequeño reconocimiento de encontrar el lugar de descanso deseado, el que vuelve a unirnos a aquellos de los que fuimos separados.

Más grande que la suma de las partes

el abismo del olvido
El abismo del olvido

Así es El abismo del olvido, una historia que nos habla de las personas, más allá de un régimen político. La humanidad que se aprecia en los pequeños gestos, contenidos ante la represión de llevar a cabo alguna acción que vaya contra lo establecido por las fuerzas del orden.

El consuelo por la pérdida deja un poso de recuerdo, reflejado en un trozo de tela, en botones de una chaqueta o en mechones de pelo cuidadosamente guardados que han sido capaces de atravesar el tiempo, de permanecer abrazando a los que se marcharon, camino de una pared llena de otros agujeros, de muchos que sangraron hasta que el corazón se detuvo, en un instante de terror, de incertidumbre, de pecado, de duda, de remordimiento, de paz… una vez devuelta la razón de ser, el sentido común que tan lejos queda a veces en decisiones que dividen, que polarizan, que no permiten que ni los vivos olviden ni los muertos descansen.

Millones de fantasmas interactúan no solo en Paterna y Masamagrell, sino en cada lugar de España donde todavía quedan cuerpos de ambos bandos, los de españoles que ni siquiera querían participar de aquel desastre, el que supone que unos hermanos disparen contra otros, los de las heridas que aun hoy no han terminado de cerrar, seguramente porque sea más conveniente que periódicamente nos mantengamos enfrentados, sin aprender en ningún momento la lección que nos dejó nuestra peor cita en los libros de Historia.

Por suerte hay autores que se encargan de hacer permanentes algunos recuerdos, porque al final no solo dependemos de nosotros si alguien deja constancia de nuestro pasado. Paco y Rodrigo han convertido en eterno el instante en el que cayeron aquellos cuerpos fusilados, en el que las familias comenzaron un camino que muchos no terminaron de ver satisfecho, un periplo que muchos nunca llegarán a completar, nombres que quedaron en una cuneta, que ya no se volverán a recordar.

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