Segunda y última entrega de la colección liderada por el guionista Joshua Williamson que nos ha llevado a conocer a Jackson T. Winters, un hombre cuya vida está marcada por su capacidad para ver fantasmas. ECC Comics nos deja los dos últimos arcos argumentales de esta serie que ha contado con un total de veinte grapas americanas.
Oculta realidad
El mundo espiritual puede ser caprichoso en sus manifestaciones, ocultarse para el común de los mortales mientras se convierte en un mundo abierto para algunos elegidos que igual preferirían permanecer igual de ciegos que los demás. Para esos afortunados (o desafortunados) poder acceder a ese mundo, entre la luz y la sombra, puede resultar ciertamente complicado de asumir. Ver esos fantasmas o entes, que vagan entre nosotros escondidos, puede tornarse en locura o por otra parte resultar una opción conveniente que poder ejecutar en su propio favor. Eso si el espíritu que vaga a tu lado no lo hace para atormentarte sin control.
Jackson T. Winters es un hombre acostumbrado a bregar con esa circunstancia y recientemente, tras los hechos acaecidos en la anterior entrega de la serie, está siendo acompañado por el fantasma de una antigua colaboradora suya que resultó estar trabajando para el enemigo. La vida termina por traer hasta nosotros a extraños compañeros de viaje que por unas cosas u otras no tienen por qué ser de nuestro total agrado. Anderson colaborará con Jackson mientras se enfrentan a la amenaza del hijo de un conocido de ambos que ha tomado relevancia dentro del mundo de los espectáculos mágicos, Damian Charon, el hijo de Trick.
Lo que el ojo no ve
Y como plato fuerte para el mejor de los ladrones, tendremos el regreso de Markus Schrecken. No es un nuevo trabajo al que poder decir que no, se trata de una obligación, un chantaje, una coacción para evitar un sacrificio. La tarea no resultará nada sencilla, sobre todo cuando hablamos de robar a la Muerte. Conseguir la inmortalidad ha sido un sueño muchas veces perseguido por el ser humano y muy explotado a nivel literario. Williamson lo trata aquí como una aventura de difícil resolución, un reto solo al alcance de pocos elegidos, de un equipo de prácticamente un solo hombre.
Un cierre adecuado a una sucesión de historias entretenidas que han conseguido mantener el interés del lector, con un recorrido que tampoco ha resultado alargado por el éxito del que mueren muchas series. Hemos conocido a Jackson T. Winters, le hemos acompañado mucho más lejos de lo que podíamos imaginar mientras hemos ido dejando apariciones tenebrosas a los lados del camino. Solo la Muerte nos separa de encontrarnos cara a cara con lo desconocido, con aquello que nadie ha vuelto para narrar.
¿Desenlace trágico?
No hay desenlace trágico, como si de un clickbait se tratara el subtítulo. Joshua Williamson sabe perfectamente como engañar a la lógica para ofrecernos un final a la altura de los acontecimientos, vibrante, tenso y desgarrador, pero con una lectura esperanzadora, alejada de la definición acostumbrada de una conclusión típica del género de terror. No es solo una nueva vida la que se abre para los protagonistas, es la consumación de un camino de espinas que no podía dejar un buen sabor de boca en otras manos.
Quizás lo que más desentone de esta obra es la paleta de color de Miroslav Mrva sumado a la falta de un trasfondo más detallado en el dibujo de Goran Sudzuka. Entre ambos no consiguen llegar a dar con la ambientación más adecuada para esta historia que mezcla el terror con la aventura, las road movie o las historias de búsqueda de un objeto místico. El final, no por inesperado, consigue dotar de gran entidad a la historia, habiendo mostrado por norma general un descenso en el interés hacia unos personajes que cabalgaban hacia un incierto horizonte que les hizo cerrar el círculo que se iniciara en la fuga de aquella cárcel, como paso previo a robar un fantasma de una mansión encantada, bajo el encargo de Markus Schrecken.