No sabemos que tienen las historias de espías durante la Guerra Fría que nos seducen tras las volutas del humo del cigarrillo que sostiene una cautivadora mujer, en este caso una llamada Velvet Templeton. Panini Comics, el MI-5 y el MI-6 unen esfuerzos para no dejarnos apenas respirar mientras recorremos mundo y sudamos sangre.
Las apariencias engañan
Esconderse detrás de un escritorio, ejerciendo como Secretaria del Director de la Agencia ARC-7, es algo que Velvet Templeton lleva haciendo desde hace más de una década. En el mundillo de los espías es algo que puede no sorprendernos mucho, pero cuando sabemos que se trata de uno de los operativos más peligrosos y toda la historia que lleva vivida a sus espaldas, es cuando nos damos cuenta de su entrega por la causa, de la falta de escrúpulos que es necesaria para poder aparentar ser quien no eres. Velvet arrastra una enorme cantidad de experiencias, no del todo agradables, que se irán desgranando a lo largo de los quince episodios divididos en tres arcos argumentales diferenciados.
No solo va a terminar traicionada por los suyos, en el fondo lleva viviendo esa lacra desde que se inició en las labores de espionaje. Las virtudes del trabajo pueden acotarse en viajar por todo el mundo, llevar una vida acompañada de lujos que en otras circunstancias no se podría permitir y degustar algunos de los mejores caldos extraídos de los viñedos a izquierda y derecha de las riberas del Loira. Sin embargo cuando las cosas se tuercen y las balas comienzan a silbar cerca de los oídos es cuando podemos comprobar de qué pasta está hecha esta mujer de cierta edad con un entrenamiento excelente y un manejo de las situaciones complicadas que excede las capacidades a las que podemos aspirar cualquiera de nosotros.
En barco, en avión, en tren…
Como buena aventura protagonizada por aquellos que sirven al Reino Unido de la Gran Bretaña, no podían faltar las escenas de acción perfectamente coreografiadas. Para ello no se escatima en localizaciones tan exóticas como un tren que recorre de noche los Alpes suizos, un barco que zarpa desde Escocia para atracar en Noruega o saltar en paracaídas sobre Nueva York. Pero esos espacios reducidos, o inmensamente abiertos, también obligan a Velvet a desarrollar su especial estilo como combatiente que tiene que eludir todo tipo de persecuciones, desde sus propios compañeros a la Gendarmerie francesa, con sus característicos gorros Képi.
Velvet tendrá que hacer frente a situaciones límite, que la llevarán a descubrir de lo que es capaz, por resolver incluso dudas de carácter personal. Y aquí es donde aparece uno de los puntos fuertes de la narración, la relación que mantiene la protagonista con los demás personajes. La desconfianza prolifera a cada paso que damos, todos los que nos rodean pueden resultar maestros en el arte del engaño, arrastrarnos a una trampa perfectamente preparada, donde los recursos empleados pueden llegar a parecer excesivos, pero siempre parece poco si el objetivo es detener a un espía totalmente motivado y con una formación de élite. Y no es que Velvet sea una novata o una mujer confiada, pero cuando el enemigo juega con tus mismas armas es complejo poder oponer una resistencia eficaz.
Ed Brubaker teje una telaraña intrincada, repleta de nudos que van sujetando todo un entramado de intrigas, de sorpresas y giros de guión. Coloca las baldosas amarillas que conforman el camino para dinamitarlas al momento siguiente y obligarnos a recorrer senderos repletos de espinas, de los que salir ilesos es una utopía.
El género negro hipervitaminado
Dibujar una crónica como esta requiere de un artista superlativo, que juegue con las sombras como si se moviese por ellas de forma habitual. Steve Epting nos ha dejado algunas de las mejores páginas que podemos encontrar en colecciones de Marvel como el Capitán América (también junto a Brubaker), los Cuatro Fantásticos o Los Vengadores, pero el comic independiente le sienta maravillosamente y esta obra que en su día fue publicada por Image Comics es el vivo ejemplo de un dibujante que encuentra el lugar perfecto para desarrollar el talento de plasmar con sumo realismo el ambiente cotidiano de aquellos años cincuenta, sesenta y setenta que vemos perfectamente representados tanto en el vestuario como en los vehículos que aparecen a lo largo de las páginas.
Brubaker, que divide sus arcos bajo los epígrafes de “Antes del final”, “La vida secreta de los muertos” y “El hombre que robó el mundo” consigue una obra redonda, despiadada, compleja y muy disfrutable. Una lectura adulta, una evolución responsable, un regreso a la zona de confort de alguien que hacía tiempo permanecía como una especie de agente durmiente. En un mundo en el que los hombres suelen llevar todo el protagonismo y las mujeres apenas desarrollan un rol de damisela en apuros, o en el mejor de los casos de femme fatale, el guionista inglés se saca de la chistera a una Velvet que no pierde su esencia de mujer mientras lleva a cabo el trabajo sucio, el que se disfruta desde la mirada adulta, desde esos momentos de pausa que preceden a la acción más visceral. Que gusto disfrutar con lecturas así.