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[CRÍTICA] ‘Power Rangers’ actualiza el mito adolescente de los 90

power rangers

La primera adaptación de los ‘Power Rangers’ a la gran pantalla se siente muy cómoda en sus excesos de cine colegial.

Dean Israelite construye una película de cineasta acostumbrado a los grupos de gente joven; entiende sus necesidades y sabe extrapolarlas al terreno superheroico.

Junio, 2016. Llega a las salas de España la adaptación cinematográfica de Warcraft a manos de Duncan Jones. A nadie parece quedarle claro que se trata de los albores de ese gigantesco universo, lo que da como resultado una cascada de críticas quejosas de una falta de profundidad moral en la trama. Se anuncia la vuelta de los ‘Power Rangers’ al imaginario colectivo.

Abril, 2017. El remake de los Power Rangers se hace hueco en una cartelera copada por estrenos de otra época –véase Ghost in the Shell o La Bella y la Bestia– para seguir dejando clarísimo que estamos en una época de crisis ideológica.

Y bien, 20 años después de que la aventura televisiva diese por concluida, este nuevo grupo de adolescentes al servicio del mariscal Zordon no sólo tiene unos trajes a la altura de las circunstancias, sino que logran actualizarse a efectos idiosincráticos. Concebidos desde un principio bajo el paraguas del género Tokusatsu, estos curiosos marcaron la hoja de ruta televisiva en los años de transición entre el boom de los 80 y el inicio del nuevo milenio. Herederos del serial japonés Super Sentai Series y del concepto medular que dio forma a las grandes series de dibujos animados de finales de los 70, llegaron a convertirse en el mito adolescente que salvaguardase la paz en el planeta, gracias a su mensaje de unidad y cooperación; de fraternidad y lealtad. Dean Israelite, fan declarado de la franquicia creada por Haim Saban y acostumbrado a grupos de gente joven -dirigió Project Almanac-, y el guionista John Gatins han sido los encargados de darle este lavado de cara al diseño general del primer embrión norteamericano (Mighty Morphin Power Rangers), respetando parcialmente sus claves y tendiendo puentes con los nuevos tiempos. Una meta que hace sufrir a la historia del mismo modo que Warcraft sufrió en sus primeros pasos cinematográficos: el manejo del tiempo y, por extensión, de la lógica.

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En poco más de dos horas deben quedar presentados, congregados y definidos todos y cada uno de los personajes -outsiders de manual en un mundo edificado sobre los estamentos sociales que protagonizan la actualidad más inmediata-, lo que inevitablemente reduce la probabilidad de: a) dedicarle tiempo a la trama para explicar, mínimamente, el proceso de unión del grupo y cómo este se enfrenta a su nuevo presente; y b) aumentar las escenas de acción hasta llegar al 50/50. Esto es, a grandes rasgos, lo que hace de Power Rangers un reboot menor, simplificado hasta mínimos preocupantes y únicamente interesado en aportar locura colegial y ritmo al reinicio de la franquicia. Aunque… A pesar de no existir una evolución verosímil, no es del todo erróneo el sistema de fuegos artificiales que Israelite pone a funcionar para captar la atención de nuevos fans pre-adultos, después de probar durante (demasiado) tiempo a hacernos cómplices de la condición de los protagonistas. De hecho, le viene cortita y al pie que esta nueva hornada de seguidores estén acostumbrados a quedarse petrificados ante colores llamativos, uniformes al estilo Stark Enterprises y una villana claramente por encima de los guardianes –qué grande es Elizabeth Banks como Rita Repulsa-.

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El conjunto, deslavazado a efectos prácticos, vive una paradoja cuando saca a relucir el desfile de iconos ochenteros; si se puede disfrutar es, precisamente, porque las imágenes se suceden como estrellas fugaces y todo el entretenimiento se concentra en el poco espacio-tiempo que Israelite deja, de modo que, por mucho que maldigamos la ausencia de coherencia entre las expectativas del comienzo y el todo-vale del final, resulta que lo estamos flipando (otra vez) con la Red de Metamorfosis. Estaremos de acuerdo en que Power Rangers funciona como material de derribo desde el planteamiento, ese vivir de iconos y nostalgia al precio que cueste. No obstante, queda en el aire que este simulacro de gran entretenimiento cinéfilo desemboque, por el empuje de quienes quieran sumarle a Power Rangers 2 otro capítulo en versión extendida, en un futurible reenganche muy, muy heterodoxo, con estos superhéroes desarrollando su profundidad moral en un relato tan crepuscular, lluvioso y épico como merece todo representante de la sociedad en la ficción. Que no sólo te traslade hasta los momentos de caja tonta, sino hasta el mismísimo medio minuto en el que le gritabas «Go, Go, Go» a tu último muñeco vivo y a este se le deslizaba el brazo de plástico hasta el suelo como a ti el alma al verlo.

Tráiler de ‘Power Rangers’

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